26 mayo 2016

CUATRO REFLEXIONES SOBRE VENEZUELA


CUATRO REFLEXIONES SOBRE VENEZUELA

Les Communards

Hoy Venezuela está en boca de todos y todas. Y no porque nuestros políticos o medios de comunicación estén preocupados por el futuro del país, ni por su economía, ni por sus gentes. Lo único que están haciendo es cumplir con sus objetivos e intereses. Pese al mundo en el que vivimos, en el que la información vuela y todo se piensa y dice en caliente, conviene reflexionar aunque sea unos momentos en frío.


1) ¿Por qué Venezuela?

Venezuela es un país pobre más. Su única importancia reside en sus enormes reservas de petróleo, de hecho se la conoció como la Venezuela Saudita en su momento. Pero no es una nación que haya ocupado demasiado espacio en nuestras vidas hasta que llegó al poder un señor que nacionalizó el petróleo y se declaró ecologista y aliado de Cuba.

En el entorno de este país tenemos también a Colombia, de la que aparte de la droga y los cárteles mafiosos poco sabemos en España. Pues es un país que deberíamos conocer más bien por su enorme grado de paramilitarismo de extrema derecha aliado de varios gobiernos y terratenientes, o por la tremenda represión que han sufrido sindicalistas y militantes de izquierdas. Lo que ocurre en Venezuela es un pequeño chiste comparado con lo que ocurre o ha ocurrido en su país vecino.

No muy lejos está Haití, país arrasado por la pobreza y la corrupción del que nunca se habla. También está Honduras, dónde en 2009 se dio un golpe de Estado con el apoyo de Europa y EEUU (y de nuestros medios). No demasiado lejos está México, que si sale en nuestros medios es simplemente para ofrecernos el morbo de la violencia y los casos más espectaculares de narcotráfico. Bastante más lejos está España, país al que la ONU ha llamado la atención por su Ley Mordaza o por la impunidad de todo el aparato franquista, entre otras cosas.

En definitiva parece irrefutable que apuntar hacia Venezuela es una decisión totalmente ideológica y arbitraria basada no en lo que pueda ocurrir allí sino en que tienen un gobierno que no acepta las imposiciones de EEUU ni de Europa, ni de los poderes económicos.

2) El objetivo no es atacar a Podemos

El objetivo de esta brutal campaña político-mediática no es atacar a Podemos ni impedir que Pablo Iglesias sea presidente algún día. En todo caso este es un objetivo adicional o suplementario, pero menos importante.

El objetivo es forzar la situación para derrocar al gobierno venezolano que, guste o no guste, es un gobierno que ha resistido a la dominación del capitalismo mundial. O al menos lo ha intentado como ha podido. Pero creer que de lo que se trata es de atacar a Podemos es subestimar el papel de Venezuela y todas las conspiraciones que ha sufrido esta nación desde que dejaron de gobernarla los de siempre.

3) El Caracazo de 1989 que nunca ocurrió

Quizás quien esté leyendo esto no sepa ni qué es el Caracazo ni cuanta gente murió en él. No pasa nada, es normal. No es un evento que salga demasiado en nuestros medios, ni del que nuestros políticos hablen nunca. Ningún Albert Rivera se preocupó por Venezuela entonces.

En 1989 Venezuela sufrió una crisis económica brutal, peor aún que la que padece hoy. Gobernaba por aquel entonces el socialista Carlos Andrés Pérez, elegido en las urnas unos meses atrás. Los pobres, hambrientos, agotaron toda la comida para perro y decidieron salir a las calles a buscar comida. El gobierno respondió, como es lógico, con represión policial para salvaguardar el orden público. Más tarde, al ver que las columnas de hambrientos eran interminables, decidió apelar también al ejército y abrir fuego contra los protestantes. Algunos oficiales se negaron, por cierto, a cumplir esa orden y disparar contra su propio pueblo, siendo Hugo Chávez uno de ellos.

El saldo de muertos va de la cifra oficial del gobierno, 276 (bastante cuestionable) a unos 2.000. No busquen titulares de esto en la prensa española porque no encontrarán demasiado. Por cierto, mientras ordenaba al ejército reprimir la protesta el señor Carlos Andrés Pérez era presidente de la Internacional Socialista (organización en la que estaba y está el PSOE) y muy amigo de, efectivamente, Felipe González. Nuestro expresidente no hizo declaraciones al respecto, porque juzgó que se trataba de un asunto interno venezolano, aunque sí expresó cordialmente su preocupación.

4) Leopoldo López no es un preso político

Un preso político es una persona que está privada de su libertad a causa de su pensamiento político o de acciones que entran dentro de las libertades fundamentales (por ejemplo, manifestarse en las calles, pegar cárteles o llamar corrupto al presidente). Tengamos muy presente esto.

¿Por qué está en la cárcel Leopoldo López? Retrocedamos hasta abril de 2002, cuando la derecha venezolana, en alianza con la mayoría de los medios venezolanos y el apoyo implícito de España y EEUU, intentó un golpe de Estado contra Chávez para poner en el gobierno al presidente de la patronal, Pedro Carmona. Pues bien, en esa época Leopoldo era alcalde del municipio de Chacao (no entiendo cómo la dictadura chavista permite a sus mayores opositores ser alcaldes, pero bueno) y participó muy activamente en el golpe, encabezando marchas en las que murieron chavistas y policías y orquestando la persecución y detención ilegal del entonces ministro de Interior y Justicia, Ramón Rodríguez Chacín.

Lo lógico hubiese sido encarcelarle por estos hechos, y desde luego que en España así lo habríamos hecho, pero en 2007 Chávez y su gobierno dictaron una ley de amnistía para librar a la mayoría de cargos políticos que participaron en el golpe de acabar en la cárcel. Una ley cuanto menos sorprendente y que se debió según el ex-presidente a la "demostración de que queremos la paz y que haya fuerte debate político y social pero en paz", que intenta "lanzar una señal al país para que los sectores que quieran llevarnos por el camino de la violencia y de la desestabilización desistan" y que es necesario "pasar la página".

Avancemos aún más en el tiempo, saltémonos sus casos de corrupción y alguna que otra polémica y vayamos a 2013. Se celebran elecciones presidenciales en Venezuela, y gana Nicolás Maduro, sucesos político de Hugo Chávez. Como siempre, la derecha desconoce los resultados electorales. Es una táctica que hacían también contra Allende en Chile, y que sirve para eventualmente justificar acciones violentas contra el gobierno (un gobierno que, dado que ha manipulado las elecciones, no es ni legítimo ni defendible). La oposición interpuso varios recursos ante órganos judiciales y electorales y, tras un nuevo recuento del 100% de los votos, desconoció el propio recuento y aseguró que iba a acudir a la ONU y a la Corte Interamericana. (Si el lector se para a pensar, sabrá que los únicos resultados electorales reconocidos por la oposición y tras los cuales no hubo violencias callejeras son los de 2015, cuando la oposición ganó las parlamentarias).

Leopoldo López salió entonces en los medios afines para instar a sus votantes y seguidores a salir a las calles a protestar contra la victoria de Maduro. Hasta aquí todo normal, entra dentro de la ley venezolana y del sentido común que alguien quiera y pueda manifestarse contra un gobierno, por los motivos que sean. El problema es el tinte que empiezan a tomar las protestas.


No se trata de que estas sean violentas o que tengan algunos episodios de violencia (en España muchas veces también lo son, y de hecho esto ocurre todos los países del mundo), sino que murieron 43 personas en ellas. No hablamos pues de una manifestación en la que simplemente se arroja una pedrada o incluso un cóctel molotov, sino que la cosa fue bastante más lejos y tomó tonalidad de golpismo. De hecho, Leopoldo López dijo inspirarse en Egipto y Ucrania en sus llamamientos y acciones. Por otra parte, Capriles (otro dirigente de la oposición) se distanció un poco de esto y dijo creer en otros cauces, aunque quizás ello tenga más que ver con su rivalidad con Leopoldo López.

La oposición, o mejor dicho, sus sectores más radicalizados, puso en marcha las llamadas guarimbas. Las guarimbas son una serie de acciones vandálicas, en general consistentes en bloquear calles, incendiar mobiliario urbano o coches o colocar alambres dispuestos a la altura del cuello en carreteras. En ocasiones también se usan armas de fuego. Piensen que muchos manifestantes están convencidos de que combaten a un régimen dictatorial y que pueden ver medios drásticos como la única salida. Tuvieron lugar también varios incendios a edificios institucionales, como el de la Universidad de Táchira y otros edificios y oficinas de este Estado gobernado por la izquierda (curiosamente la violencia nunca llegaba, o no demasiado, a Estados controlados por la derecha), además del incendio de centros médicos cubanos y de decenas de medios de transporte públicos (autobuses fundamentalmente).

Leopoldo está acusado de, mediante sus discursos y llamamientos, "participar e impulsar los delitos de incendio y daños que se ejecutaron como parte de un plan de derrocamiento llamado "La Salida" [La Salida fue el lema escogido por Leopoldo López, transformado en slogan de protesta y hashtag en las redes] contra el dignatario Nicolás Maduro. En su expediente se incluye instigación a delinquir, intimidación pública, daños a la propiedad estatal y homicidio intencional calificado". Habría que incluir el llamamiento a atacar instituciones constitucionales. ¿Les suenan de algo estos delitos? Si estudian Derecho o les interesan nuestras leyes, sabrán que en nuestro Código Penal tenemos figuras muy parecidas.

El Libro II, Título XXI del Código Penal, agrupa bajo la rúbrica de delitos contra la Constitución, "un conjunto de tipos penales que tienen como finalidad la protección del orden constitucional". Encontramos, por ejemplo, que es delito "sustraer cualquier clase de fuerza armada a la obediencia del Gobierno", con lo cual Leopoldo López, con sus llamamientos a que el Ejército se rebele contra Maduro, ya incurriría en esta falta. Son reos de delito de rebelión también "los que se alzaren violenta y públicamente" para "sustituir por otro el Gobierno de la Nación o el Consejo de Gobierno de una Comunidad Autónoma, o usar o ejercer por sí o despojar al Gobierno o Consejo de Gobierno de una Comunidad Autónoma, o a cualquiera de sus miembros de sus facultades, o impedirles o coartarles su libre ejercicio, u obligar a cualquiera de ellos a ejecutar actos contrarios a su voluntad". Otro más que cumple Leopoldo López, quien indiscutiblemente se alzó como rebelde contra el gobierno elegido democráticamente, más si recordamos sus acciones en 2002.



¿Y cuáles son las penas? En Venezuela le han condenado a 13 años de cárcel. Veamos qué dice nuestro Código Penal. El artículo 473 dice lo siguiente, y perdónenme por el tostón jurídico:
1. Los que, induciendo a los rebeldes, hayan promovido o sostengan la rebelión, y los jefes principales de ésta, serán castigados con la pena de prisión de quince a veinticinco años e inhabilitación absoluta por el mismo tiempo; los que ejerzan un mando subalterno, con la de prisión de diez a quince años e inhabilitación absoluta de diez a quince años, y los meros participantes, con la de prisión de cinco a diez años e inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de seis a diez años.
2. Si se han esgrimido armas, o si ha habido combate entre la fuerza de su mando y los sectores leales a la autoridad legítima, o la rebelión hubiese causado estragos en propiedades de titularidad pública o privada, cortado las comunicaciones telegráficas, telefónicas, por ondas, ferroviarias o de otra clase, ejercido violencias graves contra las personas, exigido contribuciones o distraído los caudales públicos de su legítima inversión, las penas de prisión serán, respectivamente, de veinticinco a treinta años para los primeros, de quince a veinticinco años para los segundos y de diez a quince años para los últimos.Todo apunta a que la pena para Leopoldo sería más o menos del doble de la que le han impuesto en Venezuela.

En definitiva, se puede ser de derechas o de izquierdas, de Podemos, del PP o de Ciudadanos, de un medio de comunicación o del otro, pero decir que este señor es un preso político, que está privado de su libertad por sus ideas o por manifestarse, es o bien ser un ignorante o bien tomarnos a los demás por ignorantes.

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